lunes, 24 de marzo de 2008

Bruma

La progresiva escasez de pasajeros comenzó a perturbar a Shimamura.Además de él, sólo quedaban un hombre en sus cincuenta y una jovencita de mejillas rozagantes, que tenía un manto negro echado sobre los hombros y se inclinbaba hacia adelante para no perder palabra de lo que le decía el hombre y poder contestarle puntual y alegremente. Seguramente viajaban juntos e iban lejos, se dijo Shimamura. Pero en la primera estación, en una localidad anónima en donde se veían chimeneas de fábrica alzarse detrás de las paredes de la estación, el hombre se puso de pie, dejó caer pesadamente por la ventana su baúl al andén y dijo a la jovencita: "Quizá volvamos a vernos algún día", antes de bajar.

Seguramente era un viajante y había conocido a la chica en el tren. ¿Cómo no había contemplado, siquiera, esa posibilidad? Shimamura sintió ganas de llorar. La escena lo había pescado con la guardia baja y le hizo tomar súbita conciencia de que se había despedido de Komako y de que iba camino a casa. ("País de nieve" Yasunari Kawabata)

2 comentarios:

Manón dijo...

Quizás algunos encuentros, bien valgan ciertas despedidas





(pero cómo duele lo lejos,
cómo duelen los olvidos).

pesuniasygarras dijo...

Ufffff Pero lo importante es que pasen cosas, no??
Saludos